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Cambiar de empleo
Muchos deberían tomar ejemplo de Alfredo Urdaci y cambiar de profesión. El mundo iría mejor si los periodistas se hicieran humoristas, los economistas se dedicaran a algo productivo, como por ejemplo montar una tintorería o apilar cajas en el puerto, y los políticos, bueno, se buscaran un trabajo, uno sencillo para comenzar. No siempre es fácil cambiar de profesión. Yo mismo, sin ir más lejos, intenté hace años dejar el periodismo y dedicarme a hacer monólogos de estos que dan mucha risa en los que unos tipos explican que son unos inútiles o unas tipas explican lo inútiles que son sus novios. Mi debut fue un fracaso. Mis primeros chistes no hicieron gracia y acabé insultando a esos patanes que se hacían llamar público, amenazándoles con represalias si no hacían el puto favor de reírse. Aún recuerdo las primeras frases de mi monólogo: "Vengo volando desde Barcelona para esta actuación y tengo las alas destrozadas. (Aquí movía los brazos como si fuera una paloma reumática.) ¿Se han fijado ustedes en que todos los monólogos comienzan preguntando si ustedes se han fijado en algo? (Toses.) ¿Se han fijado en que siempre se ríen de las mismas tonterías? Y no, yo no me dejo la tapa del váter levantada. YA ESTÁ BIEN. Todos los monologuistas deberían estar muertos. (Más toses. Alguno se levantó y fue al lavabo.) Y yo el primero. (En este momento un maleducado me dio la razón.) Bueno, ¿qué? ¿No piensan reírse? Ustedes han venido aquí para eso, para hacerme sentir gracioso. ¡Estúpidos, abran la boca y carcajéense! ¡Se lo ordeno! Ustedes no saben con quién están hablando, feos, más que feos. ¡Son ustedes tan feos que los perros aúllan a su paso! ¡Sus madres se dedican al contrabando aprovechando que trabajan en un burdel! ¡Cuando se mueran, la media del cociente intelectual del país subirá cuatro puntos! ¡Me dan asco! ¡Y les escupo! (Lo hice.) ¡Incluso sus madres les veían feos! ¡Anormales! ¡Vendo Opel Corsa! Ríanse, hijos de la gran puta, ríanse, que he venido aquí para esto..." No pude seguir porque entonces se abalanzaron sobre mí unos violentos de estos que no saben que la violencia no lleva a nada y no entienden el poder del diálogo. Es más fuerte la pluma que la espada, pero la botella que me rompieron en la cabeza era más dura que las dos cosas juntas. Lo siguiente que recuerdo es que desperté en el hospital. Luego me salió trabajo de chófer en una empresa de alquiler de limusinas para despedidas de soltera. Me despidieron a los dos meses. No me quisieron readmitir a pesar de que cedí a sus ridículas y abusivas exigencias y me saqué el carné de conducir. Una vergüenza, la impunidad con la que actúan los empresarios en España. Y aún hay gente que está en contra de la pena de muerte. En fin. Dado mi historial, sólo pude dedicarme de nuevo al periodismo. Y eso, más o menos.