noviembre 2024 | ||||||
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abril |
La universidad de la vida
Yo podría haber sido un gran talento musical. Con apenas siete años le pedí a mi padre que me comprara un violín. Pero se confundió con los estuches y me regaló una de esas metralletas de gángster, con el cargador en forma de disco. Aprendí a tocar la metralleta muy bien, aunque esté mal que lo diga yo. Pasé doce años en la cárcel. La autoridad decidió castigar mi virtuosismo. El talento inabarcable y la individualidad sobresaliente asustan a los poderes fácticos, ya que hacen que se tambaleen sus bases, débilmente instaladas sobre la anomia de las masas. He dicho. Me juzgaron como adulto, pero me vieron tan crío que al final llegaron a una solución de compromiso y me encerraron en una cárcel para mujeres. Sí, hace veinte años la sociedad aún era muy machista. Pero lo cierto es que no tengo ni tuve motivo de queja por esta decisión. Tras salir libre decidí estudiar periodismo, ya que mi maldad no conoce límites. Me expulsaron el primer año por amenazar a los profesores y tuve que ingresar en la UVB. Universidad de la Vida de Barcelona. Rama Crimen. Aprendí mucho e hice grandes amigos. Como el nunca olvidado Roberto. Para una práctica de Crimen Pasional II decidió matar a toda su familia y luego suicidarse. Pero se equivocó y lo hizo en el orden inverso. Claro, la falta de experiencia. Le suspendieron. Su padre pilló un buen cabreo en el funeral. "Si es que eres un inútil, no vales para nada --le decía--. Te voy a sacar de las clases y te voy a poner a trabajar, a ver si espabilas de una vez". Roberto no volvió a clase ni se buscó un empleo. De hecho, no sale de su ataúd. Imagino que aún está avergonzado por lo ocurrido. Creo que su familia quiere que comience tratamiento psicológico, pero Roberto aún se está pensando si hacerles caso o no. En la universidad también conocí a mi primer amor: Rebeca. Rompimos cuando sacó matrícula de honor en Viudas negras. Que además era optativa. Me acusó de no respetar su personalidad y sus intereses y, la verdad, no tuve ningún inconveniente en admitirlo. De todas formas, mantenemos una relación cordial e incluso me ha invitado a todas sus bodas. Hice dos estancias de prácticas durante la carrera. Una en una mafia búlgara y otra en el Ayuntamiento de Barcelona. Esta última estaba muy solicitada y sólo pude acceder gracias a mis buenas notas y después de asesinar a tres de los que tenían mejor media que yo, cosa que a su vez hizo que me subieran la calificación final en Asesinatos selectivos II y Fines y medios. Me licencié entre los diez mejores de mi promoción, gracias a la hábil eliminación de otros catorce compañeros, cosa que me ha facilitado entrar en una buena empresa (un conocido banco), además de recibir ofertas interesantes de multinacionales del narcotráfico y de la venta de armas. En definitiva, una buena universidad, con buena gente y buenos profesores. Aún veo a alguno de mis amigos de entonces, cuando quedamos para cenar o coincidimos en comisaría.