Jaime, 8 de febrero de 2006, 9:19:02 CET

Néctar


JAIME: Para beber tomaremos un Chateaubriand Montparnasse Lautrec Sauvignon Leclerc Aujourd’hui de Petit Pain Noisette Bijouterie del 78. CAMARERO: Excelente elección. J: Con Coca-Cola. C: ¿Perdón? J: Con Coca-Cola. Un calimocho. O kalimotxo. Como se escriba... ¿Qué ha sido ese ruido? C: ¿Se refiere a ese cloc-cloc, señor? J: Sí. C: Le seré sincero: han sido mis pelotillas. Han caído al suelo. J: Oh, vaya. ¿Y eso? Si puedo preguntar, claro. C: Señor, me va a tener que perdonar, pero me ha sorprendido de forma desagradable que optara por esa mezcla... Cómo decirlo sin que parezca irrespetuoso... Repugnante. Sí, esa mezcla repugnante. J: Hombre... C: No, no, disculpe, usted puede hacer lo que le plazca, estamos aquí para servirle, pero si me lo permite creo que va a arruinar un excelente refresco echándole zumo de uva fermentado. J: Es que a mí me gusta. C: Lo comprendo, señor, pero la Coca-Cola sola es un excelente acompañamiento para su filete de buey con espuma de calabacín y peras gratinadas con queso de cabra. Las burbujas, el cuerpo ligero y brioso, esa saturación de azúcar que estimula las papilas gustativas y abre el apetito... J: Es que la quiero con vino. C: Ya, señor... Pero piense también que la cafeína le despertará, le hará más sensible y atento a los matices y contrastes de sabor de su plato, mientras que el alcohol adormecerá sus sentidos y le hará soltar procacidades a su acompañante. Procacidades que usted creerá ingeniosas, mientras que ella se preguntará por qué tuvo que aceptar su invitación, pudiendo haberse quedado en casa contando los bultitos del estucado de la pared. J: Oiga, mire, quiero Coca-Cola con vino. C: Sí... Bien. ¿Y de postre? Disculpe... Se me ha metido algo en el ojo... No, no pasa nada, estoy bien. Sólo es que... me acuerdo de mi hermano... Era somelier de refrescos. Y odiaba a la gente como usted. Pero no se preocupe, usted no tiene por qué honrar la memoria de mi hermano, que como tantos otros camareros optó por entregar la vida al servicio de sus clientes, gente desagradecida y ridícula que no sabía apreciar sus esfuerzos... Murió mientras preparaba un nuevo refresco a partir de extracto de gunufretas... Pero es igual, usted qué sabe... Ya vendré luego a pedirles el postre, qué más da, ahora no puedo, es que no puedo.


 
Menéame Envía esta historia a del.icio.us