noviembre 2024 | ||||||
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abril |
Contra Malthus
A veces me da la impresión de que la gente se preocupa por tonterías. Como lo de la superpoblación. Que no cabremos en la Tierra. Que nos resbalaremos por los bordes. Que no habrá vacas que nos den tanta carne. Nada, nada, miedos de vieja. Para evitar los peligros del exceso de población basta con construir un enorme vagón de metro. Tiene que ser realmente grande. Como Italia, lo menos. Y luego se deja flotando en medio del Pacífico. Y es que en un vagón de metro no sólo cabe muchísima gente, sino que además todos los que están fuera quieren entrar, con independencia de la cantidad de gente que ya esté apretujada en su interior. Será dejar el vagón por ahí tirado y ver cómo las multitudes se arremolinan alrededor de las puertas, esperando que se abran. Además, con el metro pasa algo parecido a lo que ocurre con el dentífrico. Siempre queda suficiente pasta de dientes para un último cepillado. Y en un vagón de metro siempre hay sitio para un contorsionista más. Venga, venga, pasen hacia adentro, que por ahí está vacío. Y usted no me toque, que me está gustando y me conozco. Soy yo o aquí huele raro. Cielos, aquí huele raro y soy yo.