Jaime, 29 de septiembre de 2005, 9:53:22 CEST

¿Por dónde andas?


Odio que al hablar por el móvil me pregunten dónde estoy. De hecho, odio hablar por teléfono, así que quienes me llaman ya tienen bastante suerte con el honor que les hago al contestar, en lugar de tirar el móvil a la alcantarilla como hice con el otro. Bueno, en realidad se me cayó. Es igual, el caso es que me da especial rabia cuando me llama mi madre para pedirme un favor. Porque es lo primero que dice. ¿Dónde estás? Como si desconfiara de mí y ya de entrada quisiera quitarme una excusa. Desconfía. De mí. Mi propia madre. De mí. Si soy uno de los tipos más serviciales de toda la nación catalana y alrededores. Es más, mis amigas me llaman Jeeves. I endeavour to give satisfaction. El caso es que la pregunta me repatea tanto el hígado que a mi pobre madre le contesto como se merece: con otra pregunta. Con lo que nuestras conversaciones parecen sacadas de una película de mafiosos. --Diga. --¿Dónde estás? --¿Por qué quieres saberlo? --Soy tu madre, ¿recuerdas? Igual sólo me preocupo por ti. --Es posible. Pero entonces ¿por qué no preguntas "cómo" me encuentro y no "dónde" me encuentro? --A veces el dónde dice más que el cómo. Ahora mismo arde un edificio en el centro. ¿Estás en el centro? --¿En el centro de dónde? --Ya sabes de qué hablo. --No, no lo sé. Refréscame la memoria. --Muy bien, señorito, como no traigas una barra de pan cuando vuelvas a casa, haré realidad el mayor deseo de tu padre. --No quiero saberlo. --Pues te lo voy a decir ahora mismo: que un día regreses y te encuentres con la cerradura cambiada y las maletas en la puerta. Que ya tienes una edad. --Huy, me viene fatal. Estoy... Estoy en el centro... Ayudando a los bomberos... Hay un edificio en llamas y van cortos de personal. --Una de cuarto. --Una de cuarto.


 
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