Cuando le llevamos la contraria a alguien, aunque sólo sea por deporte, y aducimos ejemplos que niegan las tesis de nuestro interlocutor, no es extraño que éste trate de defenderse asegurando que "la excepción confirma la regla".
Es francamente absurdo que algo que puede demostrar la falsedad de un juicio general se convierta, por culpa de un cliché, justo en lo contrario, en una prueba. Por suerte, esta frase hecha no es más que una mala traducción. Lo explica Ambrose Bierce en
El diccionario del diablo (en la entrada
Excepción, claro): "En latín, exceptio probat regulam significa que la excepción
examina la regla, que la pone a prueba, no que la
confirma. El malhechor que vació de significado a ese excelente proverbio, sustituyéndolo por uno contrario de su propia creación, hizo gala de un poder nefasto que parece inmortal."
Así pues, las excepciones no confirman nada. Hacen algo bastante mejor: nos obligan a pensar en lo que tomamos como cierto, a replantearnos criterios y juicios. Las excepciones, pues, no son obviables. Son piezas del puzzle que hay que saber encajar. Aun a riesgo de tener que comenzar de nuevo.