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abril |
The money shop
Josep Pla recuerda en uno de sus Articles amb cua cómo Indalecio Prieto le dijo que "cuando se produzcan las evacuaciones sentados, todo el mundo se tratará de usted". A Pla esta afirmación le pareció una buena forma de entender la izquierda: estas palabras le parecían "a favor del fet que la gent acceptés una fraseologia de pujar, no de baixar, de força més que d'adulació". Es decir, que la izquierda no debería aspirar a torturar hasta la muerte a todos los millonarios, sino a que todos pudiéramos ser millonarios algún día. Por tanto, no ha de haber contradicción entre ser de izquierdas y tener dinero, ya que uno puede ser de izquierdas y no querer vivir en una comuna, ni apostar por la abolición de la propiedad privada. Es más, uno puede ser de izquierdas y considerar que no todos los empresarios son unos cerdos egoístas, a excepción, claro, de los jefes de cada uno, que a esos no los salva nadie. De todas formas, reconozco que me cuesta entender el caso de Anita Roddick. Según Miquel Porta Perales, esta señora está en contra del capitalismo, de la globalización y de las empresas multinacionales. Pero también es la dueña de The Body Shop, una nada desdeñable multinacional, más que globalizada y con beneficios dignos de cualquier capitalista que se precie. A ver, a pesar de todo y para comenzar, creo que se puede ser dueño de una multinacional y aun así ser de izquierdas. Obviamente, no comunista, pero sí de izquierdas. Es decir, se puede pensar que el intervencionismo funciona, que los trabajadores merecen una serie de seguridades y que el Estado ha de garantizar al menos la educación y la sanidad. Por ejemplo. El dueño de una multinacional que piense así pagará con relativa alegría sus impuestos y lamentará las consecuencias negativas de las políticas liberales. También opinará que eso de las responsabilidades sociales de una empresa no son palabrería hueca y actuará en consecuencia. No sé si es el caso de Roddick. Podría. De todas formas, y aunque no lo fuera, tampoco tengo nada en contra de las incoherencias, que tanto molestan a algunos. Estamos hechos de contradicciones. Cambiamos de opinión cada dos días y nos contradecimos cada veinte minutos. Hay antiamericanos que citan a Chomsky y ven pelis de Woody Allen y de Martin Scorsese. A mí no me gusta conducir y me encanta la Fórmula 1. Conozco a gente de derechas que no tiene un duro y que echa pestes de los millonarios. Médicos que fuman. Amigos que no han hecho deporte en su vida y van cada semana al campo a ver jugar al Barça. En definitiva, creo que entre nuestros ideales y nuestros actos siempre hay un abismo, porque no es lo mismo juzgar que hacer, y nos equivocamos más a menudo al juzgar que al enfrentarnos con los hechos. Cuando tomamos decisiones, dudamos a pesar de los dogmas que teníamos asumidos, hacemos lo que siempre dijimos que jamás haríamos y lo que luego diremos que no hemos hecho. No sé si la señora Roddick es consecuente con sus ideas acerca de la izquierda y de la forma nueva de llevar empresas que ella considera progresista. No sé si simplemente tiene miedo a haberse equivocado hace años, pero haber mantenido por honrilla, pero sólo de palabra, sus opiniones. Igual dice una cosa y hace otra, pero sin asumir que ha cambiado de opinión, o que ha cometido un error, o que no tuvo en cuenta detalles que una vez manos a la obra han resultado ser cruciales. Quizás ya sólo disimula y sigue adelante, procurando no mirar abajo, no sea que, como los personajes de dibujos animados, comience a caer en cuanto se dé cuenta de que no hay suelo bajo sus pies.