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El coleccionista
Hasta hace poco me desagradaba eso de coleccionar cosas. Me daba la impresión de ser del tipo de defectos que uno no confesaría en una primera cita. Igual que "tengo un blog" o "soy de derechas". Ni en la segunda. Ni en la tercera. Quizás después de ocho o nueve meses, en caso de haber descubierto algo realmente horrible de la otra persona. De todas formas, lo había intentado. Es decir, si a tanta gente le gustaba, ¿por qué a mí no? Primero lo probé con los sellos, pero me daba por lamerlos. Tenía la impresión de que eso era lo que había que hacer. Al fin y al cabo, así era como funcionaban, ¿no? Lamiéndolos y pegándolos, ¿no? Como no me acostumbré al sabor, me pasé a los soldaditos de plomo. Llevado por la rutina, también los lamía, así que cuando salí del hospital decidí pasarme a los botellines de cerveza. Eso estuvo bien al principio. Los guardaba además sin abrir, que me parecía más auténtico. Hasta que, durante una mudanza y para no cargar con tanto peso, decidí beberme todo el contenido. Cuando salí del hospital otra vez, llegué a la conclusión de que el coleccionismo era perjudicial para la salud. A pesar de eso, hace poco me di cuenta de que sí había una colección que me gustaba hacer. Hasta el punto de que hoy en día creo que todo el mundo tiene una colección ahí fuera y sólo hay que saber buscar la que le va a cada cual, la que le llega al alma a cada uno, la que toca la música de... No sé, me he perdido. El caso es que yo colecciono dinero. Me he especializado en billetes de curso legal. En euros, para ser concretos. Cuantos más euros, mejor. De hecho, las piezas más valiosas de mi colección son dos billetes de quinientos que guardo debajo del colchón, un colchón cuya combinación no os diré --aunque desde luego es de lencería fina, ja ja ja... Ja... En fin. Desde luego, no se trata de una colección corriente. Por ejemplo, no importan los ejemplares únicos: lo realmente valioso es la repetición de dichos ejemplares sin ningún defecto de ninguna clase. Otra diferencia es que esta colección no se revaloriza con el tiempo, sino más bien todo lo contrario, por lo que hay que darle salida lo más rápido que se pueda. Además, el valor de cada pieza es claro y difícilmente negociable. Estoy realmente obsesionado con mi colección. Me paso el día repasándola y no hay nada que lamente más que verme obligado a deshacerme de alguna de mis piezas. Mi sueño sería dejar mi trabajo y montar uno de esos establecimientos de coleccionistas de billetes, en los que a uno le cambian, no sé, dos billetes de cincuenta por uno de cien, a cambio de una modesta comisión. Creo que se llaman bancos. Eso es lo que me gustaría montar a mí. Un banco. Sí, bueno, ya lo sé. Los coleccionistas aburrimos con nuestra cháchara técnica que sólo nos interesa a nosotros. Claro, para los demás esos billetes sólo son trozos de papel. Y entiendo que la gente no les dé el valor que nosotros los billetófilos les damos. Pero también por eso me atrevo a pediros desde aquí que me enviéis esos billetes de curso legal que apenas tenéis en cuenta y que podrían ser piezas clave en mi aún modesta colección. En euros u otra divisa. Se gratificará cada envío con un correo electrónico enviado personalmente por mí mismo (¡sin intermediarios!) y en el que se podrá leer la palabra "gracias", entre otras (si tengo tiempo).
La segunda a la derecha
Jaime Rubio fue juzgado esta mañana por haber indicado mal la dirección de una calle. Al parecer, Rubio habría sido preguntado por un señor calvo acerca de cómo llegar a cierto cruce del ensanche barcelonés, y las señas dadas por el acusado le habrían obligado a ir en dirección contraria durante veinte minutos, a tener que preguntar de nuevo y a coger un taxi para llegar a una reunión importantísima con un retraso apenas disculpable. Nada más comenzar el proceso, el juez obligó a Rubio a defenderse a sí mismo: "Como cree que lo sabe todo --afirmó--, a ver qué tal se le da esto de la abogacía". Rubio intentó protestar, aduciendo que se consideraba demasiado honrado como para ejercer esa profesión, pero el juez desestimó su queja al considerar que "todo el mundo es demasiado honrado como para ejercer esa profesión, e incluso cualquier otra, si me apura". Nadie apuró al juez, así que el tema quedó ahí. La pobre víctima de Rubio fue interrogada mediante videoconferencia, ya que el psicólogo forense consideró que no estaba preparado para enfrentarse a la presencia de su verdugo. Rubio adujo que un forense no podía evaluar personas vivas y que en todo caso no tenía sentido evaluar la psique de un muerto. El acusado se preguntó cómo era posible que se dilapidara el erario público en pagar un sueldo sin duda sustancial a un loquero de muertos. Tras estas palabras, Rubio fue reducido a golpe de diccionario (edición de tapa dura) por los alguaciles, que actuaron de forma espontánea dado que el juez se había dormido. La víctima explicó a instancias del fiscal su dura experiencia vagando por las calles del centro de Barcelona: "Son todas iguales --dijo entre sollozos-- y todas tienen nombre de sitios. ¿Quién sabe cuál es Córcega y cual Provenza? ¿Quién? ¡¿Quién?!" En su turno, Rubio le preguntó si conocía algún bar que estuviera bien por alguna de esas dos calles, pregunta que fue alabada por el juez para pasmo del fiscal, que se consideraba desde hacía años el favorito de su señoría. Cuando la víctima respondió que no, Rubio alzó las cejas más de medio metro y guardó un silencio que se hizo eterno hasta que concluyó con un "no hay más preguntas, señoría". Cuando fue interrogado por el fiscal, Rubio reconoció que "no estaba muy seguro de adónde le estaba llevando con mis indicaciones, pero al principio creía que lo sabía y luego me fui animando". "¿Pero era necesario --preguntó el abogado de la acusación-- conducir a la víctima a una tienda de chucherías y obligarle a preguntar si tenían Chimos?" Rubio contestó que ya le había advertido que aquello era opcional y sólo por curiosidad: "El otro día me acordé de ellos. ¿Los seguirán haciendo? Ahora me compraría un paquete. O dos. Qué recuerdos. Mis favoritos eran los lila". El fiscal se mostró de acuerdo, pero aseguró que él siempre había sido más de ositos de gominola, tras lo que fue acusado por el acusado de "nenaza". Un día sin duda triste para el treinta y siete veces empleado del mes de la fiscalía. En su sentencia, el juez recordó que había pasado gran parte del juicio dormido, pero que aún así había podido presenciar el magnífico golpe de efecto del acusado --"el de las cejas"--, digno de una novela de Grisham (de cualquiera de ellas, dado que son todas iguales). El juez también explicó que "hubiera sido mejor que hubiera venido con un traje blanco de lino, ya que estos libros siempre transcurren en Nueva Orleans, pero se valora la intención". De todas formas, el magistrado consideró imperdonable que Rubio "no corriera tras su víctima para explicar su error, cosa que hacía creer en una clara premeditación del delito", tras lo que le condenaba a recibir "varios golpes de efecto en la cabeza con Google Maps". Dado que Google Maps es una página de internet y por tanto virtual, Rubio fue ajusticiado con un viejo 486 que estaba por ahí dando vueltas por el juzgado. Se consuma así un nuevo golpe --de efecto y físico-- contra el proceso de informatización de la justicia, que se retrasará otro par de años tras quedar destrozado el parque tecnológico de los tribunales de Barcelona.
En el mapa no parece tanto
David Meca explica los verdaderos motivos que le llevaron a atravesar el estrecho de Gibraltar a nado tres veces seguidas, como si una no fuera ya innecesaria: "¿Sabes eso que sales por ahí, te tomas una copa de más (en concreto la decimocuarta sobraba) y acabas haciendo una apuesta ridícula?" El resto, en Libro de notas.
Limpieza
Arrecian las críticas contra Wikia Search. No sé qué es Wikia Search y ni siquiera estoy muy seguro del significado de la palabra arreciar, pero no hay blog que se precie que no critique el Wikia en cuestión. Dicho lo cual, añadiré que la expresión "no hay... que se precie que no..." me parece ridícula y anticuada, lo mismo que "en cuestión" y "dicho lo cual". Dicho lo cual, también añadiré que estoy escribiendo este texto vestido de mujer. Dada mi intensa capacidad de observación, he notado que muchos humoristas se travisten con la intención de arrancar sonoras carcajadas del público, y yo no quiero ser menos, a pesar de que me siento ridículo. (Expresiones y palabras ridículas y anticuadas del párrafo anterior: dicho lo cual, travestir, arrancar sonoras carcajadas, ser menos, a, ridículo.) En todo caso, la cuestión es: ¿por qué salen cada día nuevas páginas en internet? ¿No somos conscientes de que el espacio es limitado? ¿Acaso no es cierto que internet está a punto de reventar? Y aunque no lo sea, ¿y los árboles? ¿Es que nadie piensa en los árboles? Con tanta madera para hacer páginas, el Amazonas se está quedando absolutamente desértico. Y eso que es un río. (Expresiones y palabras ridículas y anticuadas del párrafo anterior: en todo caso, la cuestión es, ser conscientes de, por no hablar de, Amazonas, absolutamente, desértico.) Alguien debería hacer algo al respecto. Y, como siempre, parece que me va a tocar a mí. Voy a arrancar y a quemar todas las páginas que sobran, comenzando por la Wikia esa o cómo se llame y sea lo que sea, que además a nadie le gusta. Cuando haya purgado internet de todas las cosas que me resultan desagradables o que desconozco, la cerraré bien para que nadie meta nada más, y la liaré con un par de gomas de pollo para que no venga un listo y la abra cuando no mire. (Expresiones y palabras ridículas y anticuadas del párrafo anterior: Alguien debería hacer algo al respecto. Y, como siempre, parece que me va a tocar a mí. Voy a arrancar y a quemar todas las páginas que sobran, comenzando por la Wikia esa o cómo se llame y sea lo que sea, que además a nadie le gusta. Cuando haya purgado internet de todas las cosas que me resultan desagradables o que desconozco, la cerraré bien para que nadie meta nada más, y la liaré con un par de gomas de pollo para que no venga un listo y la abra cuando no mire.) Eso me pasó una vez con una maleta. La dejé en el hotel y un listo metió otra maleta dentro, para ahorrarse el cargo por sobrepeso en el aeropuerto. Encima era más grande y tenía aún más cosas que la mía, así que sacarla fue francamente complicado. Lo peor fue que luego tuve que coger un taxi para llevársela al señor en cuestión, que, eso sí, me dio las gracias y una propinilla. (Expresiones y palabras ridículas y anticuadas del párrafo anterior: Eso, un listo, cargo, sobrepeso, sobrecargo, encima, debajo, coche --usado como adjetivo, como en coche coche.) No dejemos que internet se convierta en mi vieja maleta negra. No. Ni hablar. Además, se me abrió el champú y quedó hecha un asco. Aunque olía muy bien. (Expresiones y palabras ridículas y anticuadas del párrafo anterior: internet.)
Propósitos
Me he hecho una lista de propósitos para este año que, si no he perdido la cuenta, es 2008. Son bastante fáciles, ya que quiero ir poco a poco. Y es que es la primera vez que hago una lista así. El año pasado hice una lista de cosas que no quería hacer. Por desgracia y como cada año, seguí trabajando. En fin. Este año me he propuesto, primero: aprender inglés. Como ya sé inglés, la puedo tachar. Bien. Segundo: mantenerme vivo. No la tacho todavía, pero estoy sano como un roble gracias a los transplantes, así que no debería costarme mucho ver 2009. Tercero: ganar el premio Nobel de la Paz. Al Gore lo ganó con un documental sobre el medio ambiente, así que supongo que me lo darán si, no sé, escribo un libro sobre el peligro que supone dejar elefantes sueltos en medio de grandes ciudades. Incluso lo relacionaré con la paz. Lo pienso titular: El fusil de los elefantes. Es metafórico. Espero que nadie lo considere pornográfico. Porque esa no es la intención (al menos no antes de las ocho de la tarde). Creo que ya he hablado de este tema, pero no es algo a descuidar: los elefantes son animales peligrosos. Ahora con las navidades muchos padres compran crías de elefante a sus hijos porque, claro, cuando son pequeños son simpáticos. Pero luego crecen, y no poco, y se dedican a aplastar coches y a despertar a los vecinos con sus bramidos. Además, necesitan espacio para moverse y no todo el mundo dispone de una habitación de ocho o nueve metros cuadrados para su elefante doméstico. Algunos recurren al sin duda práctico corte de patas. Es cierto que los elefantes sin patas son más fáciles de guardar, incluso se pueden meter en un armario durante las vacaciones, pero también resulta más complicado sacarlos a pasear. Es sin duda cómico ver a un hombre hecho y derecho (o a una mujer hecha e izquierda) arrastrando un elefante sin patas por la calle y luego recogiendo los veinte quilos de excrementos con una pala y doce sacos. Así las cosas, muchas familias prefieren simplemente abandonarlos cuando sobrepasan las tres toneladas, sin ser conscientes de los problemas que acarrean los elefantes callejeros. Y no se trata sólo del peligro de morir aplastado o, peor, de que le aplasten a uno el coche, sino de los riesgos relacionados con la higiene y la salud. Todos hemos visto solares repletos de elefantes callejeros, alimentados por alguna viuda bienintencionada que les lleva cada día un camión con sobras de verduras. Esos solares son un nido de parásitos, ratas y enfermedades. Encima, no tengo tan claro que esto de regalar elefantes sea una mera moda pasajera. Hace ya más de diez años que se van incrementando las importaciones de elefantes indios y africanos, desde que se produjeron aquellos casos de niños devorados por sus tigres. Casos sin duda extraordinarios, ya que todo el mundo sabe que los tigres no comen carne humana si no tienen hambre. Seguramente los padres se olvidaron de darles los filetes a sus hijos y los pobres e inocentes animales se vieron obligados a arrancar alguna que otra pierna. Cuarto: dejar de fumar. Ésta también la puedo tachar porque yo no fumo. Quinto: olvidar informática. Ya aprendí cómo iban los ordenadores hace un tiempo y la verdad es que tampoco sirven de mucho. Sexto: dejar de hacer listas. Odio las listas.