martes, 16. octubre 2007
Jaime, 16 de octubre de 2007, 10:31:14 CEST

Hay que salvar el Planeta (¿a que es un buen juego de palabras? Bueno, igual no)


El poeta finlandés afincado en Vic por unos meses Mika Paasikivi ha manifestado su preocupación por el hecho de que "el premio Planeta pueda estar amañado". Y es que, dada la baja calidad de los ganadores de otros años, Paasikivi decidió presentar (sin éxito) una de las diecisiete novelas para las que aún no ha encontrado editor: "Las mías no son muy buenas, pero confiaba en quedar al menos finalista. Quiero decir, es de lo mejorcito que ha pasado por ese premio". El finlandés sabe que puede "sonar resentido, pero me extraña no haber ganado" y cree que "es posible que este premio valore más el nombre y la fama de los escritores que su obra en sí". La Cultura Catalana, recién llegada de Frankfurt, se ha mostrado consternada por el hecho de que alguien pueda acusar a un editor barcelonés de participar en semejantes trapicheos: "Creo que la familia Lara está más preocupada por publicar buenos libros que por hacer negocio --ha asegurado Catalana--: hace falta una mente enferma para creer que iban a darle tanto dinero a un señor por un escribir un libro malo. No tiene sentido. Sinceramente, creemos que Paasikivi sólo quiere hacer publicidad de su novela". En este sentido, el autor finlandés ha explicado que su obra, Yo, Mika, trata sobre un poeta lapón que viaja a Vic y salva el mundo de una horda de violadoras adolescentes, a cuyos deseos se sacrificará para evitar males mayores: "Se trata de un libro claramente autobiográfico --ha asegurado--, excepto por lo del sexo, que sólo he añadido para darle salida comercial y porque me aburría". La decadencia del ingenio publica en exclusiva para sus lectores (los tres) el inicio de esta novela: "Me desperté por la mañana, como suelo hacer a no ser que me acueste tarde, y decidí comenzar el día bostezando. Una vez hube bostezado, me rasqué varias partes del cuerpo, me di la vuelta y seguí durmiendo un rato más. Bueno, durmiendo, más bien eso que te quedas medio traspuesto y no sabes si estás dormido del todo o sólo tienes los ojos cerrados hasta que de repente te das cuenta de que no es sábado, sino martes, y das un bote y te duchas y decides no afeitarte y sales de casa corriendo, con la corbata a medio anudar y, cuando estás en el metro, te acuerdas de que hace catorce meses que dejaste el trabajo con la intención de hacer realidad tu sueño: no trabajar. Bien, pues eso es lo que me pasó a mí esa mañana, pero con alguna que otra diferencia: primero, era sábado; segundo, eran las cuatro de la tarde; tercero, le pasó a un vecino y no a mí; cuarto, estaba viendo la tele; quinto, padezco insomnio; tercero, me robaron la cama el otro día; quinto, no soy partidario de rascarme; cuarto, coche coche. Dadas las circunstancias, sobre todo el hecho de haber perdido la cuenta, agarré el teléfono y lo tiré por la ventana: nunca he tenido teléfono y aquello me cabreó. Coche coche. Salí de casa, pero no encontré la puerta. Eso sí: recuperé mi cama. La había dejado debajo de las gafas. Este párrafo no tiene nada que ver con la historia, pero normalmente te piden unas doscientas páginas o así para una novela: en la primera redacción sólo me salieron sesenta y tres, así que he ido añadiendo texto para hacer bulto. Yo es que soy poeta y estoy acostumbrado a condensar. Algunos de mis libros más conocidos son Rautantori ravintola, Matkailu ja vaapa-aika y Jio, Ei, Hei, Kiitos. Todos se han traducido al catalán con los títulos de Poesia 1, Poesia 2 y Poesia 3. La traductora no sabía finlandés y se guió por la musicalidad de los textos. --¡Ah! --exclamé en cuanto hube exclamado--. ¡Así que todo es cuestión de usar signos de admiración! Admirado conmigo mismo por mi dominio de la gramática, salí del edificio gritando".


 
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