miércoles, 25. septiembre 2002
Jaime, 25 de septiembre de 2002, 9:41:16 CEST

Nuevas exigencias


Se suele decir que el arte se está alejando cada vez más del público, que los excesos creativos del siglo XX lo han convertido en algo cada vez más elitista. De todas formas, creo que esta crítica está fuera de lugar. En todo caso, no es el arte el que se ha de acercar al público, sino que son lectores y espectadores quienes han de tomarse el interés y la molestia. Sobre todo desde que predomina lo que Umberto Eco denominó hace ya décadas como obra abierta: el lector, el espectador, el intérprete, han de poner de su parte para completar (a veces en sentido literal) lo que el autor sólo sugiere o, simplemente, deja en blanco. No sólo se refiere Eco a la idea de que cada cual interpreta la obra de acuerdo con su propia sensibilidad, sino, como dice en Obra abierta, a piezas que se fundan en "el úso del símbolo como comunicación de lo indefinido, abierta a reacciones y comprensiones siempre nuevas". Estas obras pretenden deliberadamente "estimular de una manera específica precisamente el mundo personal del intérprete, para que él saque de su interioridad una respuesta profunda, elaborada por misteriosas consonancias". Ejemplos que pone el propio Eco: el Klavierstück XI, de Karlheinz Stockhausen, en la que el intérprete decide el orden en el que interpretará las frases musicales; Finnegans Wake, de James Joyce, en la que casi cada frase sugiere al menos otras cuatro o cinco posibles, gracias a los juegos malabares del autor. En definitiva, el arte no sólo no se ha alejado del público, sino que se ha abierto a él, exigiendo explícitamente su participación. La contemplación pasiva nunca ha sido el mejor modo de escuchar música o de leer un libro, pero esta actitud ahora resulta prácticamente imposible. No hay desprecio hacia el espectador, no hay alejamiento de él, sino nuevas exigencias. Lo que ocurre es que el público, que paga -cómo no-, quiere seguir con lo de siempre, con aquello a lo que está acostumbrado: nada de John Cage, por ejemplo, ni siquiera Stravinsky. Con las obras de Verdi y de Mozart que se saben de memoria ya van tirando.
 
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