Javi dice que su cocina le da miedo. El otro día entró en ella a prepararse el desayuno y se encontró dentro a un tipo que no conocía de nada. Estaba sentado en el suelo, frente al lavavajillas. Vestía pantalones azules y una camiseta blanca. A su derecha había una caja llena de objetos metálicos: algunos, contundentes; otros, punzantes.
-Me dio los buenos días -explica Javi- como si me conociera de toda la vida. Y yo jamás había visto esa cabeza gorda, sudorosa, calva.
Su madre le había dejado el café ya preparado, así que se armó de valor y pasó junto a aquel extraño para servirse una taza. Tenía miedo y sentía asco; sólo quería salir de allí cuanto antes. Pero cuando se disponía a hacerlo, una vez servido el café y sin concederse los diez segundos necesarios para añadir azúcar, descubrió que aquel tipo ocupaba ahora más espacio: había abierto la puerta del lavavajillas y se había echado hacia atrás. La cocina era demasiado estrecha para pasar por allí. Javi pensó en dar un salto, pero era peligroso. Pisotear al desconocido le daba asco. Decidió coger la escoba para apartarlo. Se dio media vuelta para meterse en el lavadero a agarrarla, cuando oyó la voz de aquel hombre.
-Ah, que quieres pasar -le dijo-. Perdona.
El calvito cerró la puerta del lavavajillas y Javi pasó entre el electrodoméstico y el extraño, conteniendo la respiración. Por el pasillo andaba su madre, que le echó un vistazo al interior de la cocina, sin alarmarse, y se fue al comedor.
-Le pregunté que qué pensaba hacer -cuenta Javi- y me dijo que ver la tele un rato, si no me importaba. Quise saber si ya lo sabía mi padre, pero me dijo que no creía que a él le importara que viera una película. Y me lo dijo riendo.
Javi corrió a encerrarse en su habitación. Desde entonces no ha vuelto a pisar la cocina. Le tiemblan las piernas sólo de pensar en ver de nuevo a ese tipo.
-Imagina que ha criado y me encuentro a otros gordos sudorosos dando vueltas y tocando mi comida. Mientras no salga de ahí... ¿Y si entra en otras habitaciones? ¡A lo mejor se mete en la mía! Una noche igual levanto las sábanas y me lo encuentro durmiendo, abrazado a su caja. Aunque lo que más me preocupa es que a mis padres les da igual. Y mi madre lo vio, Jaime, lo vio.