La
Comisión Nacional del Mercado de Valores se preocupa por quienes piensan en cometer la insensatez de invertir en bolsa y ha publicado, tanto en papel como en su web, una
Guía de los chiringuitos financieros. Vamos, algo así como uno de estos folletos que cada cierto tiempo reparten en el metro, advirtiendo de carteristas y descuideros.
El texto de la guía sirve para bien poco. Recomienda confirmar que la agencia de valores esté registrada en la CNMV. Pero, claro, Gescartera, por ejemplo, tenía los papeles en regla. También aconseja desconfiar de métodos como llamadas telefónicas imprevistas, correos electrónicos no solicitados, ofertas demasiado buenas para ser ciertas... Es decir, en realidad se nos dice que no hay que fiarse de los métodos usados por las más solventes entidades (aquí me ahorro los enlaces).
Pero, ah, cuando llegamos a las impagables ilustraciones. Sin duda ahí la CNMV ha acertado de pleno: nos ofrece retratos robot que nos permitirían identificar el mal en cualquier circunstancia. En esas certeras páginas, que me he permitido desgajar del original, reconocemos
los productos financieros sopechosos, a los (o las, claro)
comerciales sin escrúpulos, al
malvado mafioso que roba el dinero de ingenuos y avariciosos inversores y, por encima de todos (y éste del lado de los buenos), al
aguerrido auditor de la CNMV, a las órdenes (de compra y venta) de su majestad el Íbex. Con información tan cuidada y elaborada da gusto.
Conclusión: quien tenga la suerte de disponer de dinero, que se lo gaste, que gastar es bueno, pero que deje las inversiones a los ludópatas demasiado pusilánimes y con demasiados remordimientos como para ir al casino.
Ah, si yo tuviera dinero para
invertir.