Jaime, 9 de enero de 2003, 8:31:47 CET

Infanticidios


Leo en Historia de la vida privada acerca de la contundencia con la que los romanos controlaban natalidad y número de niños. "Los recién nacidos -se explica- no vienen al mundo, o mejor dicho, no son aceptados en la sociedad, sino en virtud de una decisión del jefe de familia; la anticoncepción, el aborto, la exposición de niños de origen extraconyugal y el infanticidio del hijo de una esclava eran, pues, prácticas usuales y perfectamente legales". Al menos hasta la difusión de la moral estoica, más o menos hacia el primer siglo d. C. Esta exposición de recién nacidos -no exclusiva de hijos de origen extramatrimonial- consistía en que los niños no aceptados se abandonaban "ante la puerta del domicilio o en algún basurero público", para que los recogiera quien los deseara. El libro matiza que "los ricos deseaban que la criatura no reapareciera jamás, mientras que los menesterosos, forzados únicamente por la pobreza, hacían lo posible para que el recién nacido pudiera verse aceptado". Y es que "los más ricos podían no querer un vástago no deseado si su nacimiento iba a perturbar disposiciones testamentarias ya adoptadas en lo referente al reparto de la sucesión". Todo esto me ha recordado lo que explica Marvin Harris en Nuestra especie. Harris pone en cuestión, entre otras cosas, nuestro supuesto instinto reproductor. "A mí entender -asegura- la elevada incidencia del sexo no coital, de las prácticas anticonceptivas y del aborto demuestra de manera concluyente que las mujeres carecen de una predisposición a quedar embarazadas o proteger al feto que esté sujeta a estricto control genético". Y todo eso sin contar lo que él llama "infanticidio indirecto". Según Harris, en determinadas circunstancias económicas y sociales, se suele primar a unos hijos sobre otros, dependiendo de si se prefieren hombres o mujeres, fuertes o ágiles, morenos o pálidos. Los menos favorecidos recibirán, inconscientemente, menos atenciones familiares: peor comida o negligencia a la hora de proporcionar asistencia médica, por ejemplo. Es decir, madres y padres permitirán y facilitarán la muerte de sus propios hijos según convenga, y usando al menos métodos indirectos para ello. Harris concluye afirmando que "nuestra especie tiene, por naturaleza, tantas probabilidades de actuar de formas que reducen la tasa del éxito reproductor como de formas que la aumentan. Si al procrear hijos se aumenta su bienestar biopsicológico, las gentes tienen más hijos; si teniendo menos se reduce su bienestar biopsicológico, tienen menos".


 
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