Jaime, 7 de julio de 2011, 19:08:44 CEST

San Fermín


En mi época los sanfermines eran mucho más divertidos, dónde va a parar. De un extremo salían los toros. Del otro, los elefantes. Y en medio, un montón de tontos con periódicos. Se dejó de hacer así porque las calles se ensuciaban más, por culpa de los elefantes y su dieta rica en fibra. Y también de los cadáveres, porque la mancha de cadáver humano que dejan los elefantes es muy difícil de quitar. Se incrusta y tienes que llevar el asfalto al tinte y muchas veces ni aun así: se queda para tirar. Después de los primeros novecientos cincuenta y siete mil doscientos doce muertos, el ayuntamiento de Nairobi decidió que aquella fiesta se celebrara en otra parte. Porque por aquel entonces, San Fermín se celebraba en Nairobi, dado que era un sitio donde había elefantes a mano. Tras un concurso al que se presentó una ciudad, la escogida fue Pamplona. Donde no había muchos elefantes, hecho que en su momento causó mucha controversia. Dos o tres personas lo comentaron. Por cierto, en Nairobi no había muchos toros, pero realidad, allí se hacía con búfalos. Esa era la queja habitual de Hemingway cuando fue a Pamplona: aquí no hay búfalos, dónde están los búfalos, los toros son búfalos gayers, estos no son mis sanfermines. La ausencia de elefantes no parecía molestarle en absoluto. Igual no se había dado cuenta. El caso es que cada país y cada región tienen sus animales propios, mientras otros les son extraños. En el zoo de Nairobi, por ejemplo, hay perros, toros, periquitos, varias razas de caniches, dos gatos y un rebaño de ovejas merinas. Claro, para qué poner un hipopótamo en el zoo, si te los encuentras por la calle. También hay que decir que el zoo de Nairobi es uno de los menos visitados del mundo. Antes iban las escuelas, pero los niños se dormían cuando los profesores les hablaban de la temible gamba de Palamós y cómo, si no es de Palamós de verdad, puede estropearte un arroz.


 
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