Jaime, 12 de noviembre de 2007, 16:55:15 CET

Yo abduje a un marciano


Como ya estaba más que harto de la insultante oleada de abducciones de terrícolas por parte de alienígenas, este fin de semana decidí vengar a los miles de ciudadanos del mundo vejados por las prácticas digamos de inspección de esos seres venidos de otro planeta a robarnos muestras de tejido y células reproductoras, de modo que por una vez fuera el humano el que humillara al extraterrestre, le hiciera olvidar varias horas de su vida y le obligara a aparecer ante sus amigos como un borracho, un loco o ambas cosas. (Se admiten propuestas para poner puntos en la frase anterior.) La captura de la nave espacial fue relativamente sencilla: salí con mi coche por una carretera oscura, en medio del campo. Al poco rato se me paró la batería, señal clarísima de que un platillo volador acechaba en busca de personas inocentes. Bajé sigilosamente del coche y gracias a una larga vara de bambú capturé al ovni, que pasó de platillo volador a platillo chino, gracias a mi sorprendente habilidad para las cosas que no sirven para nada. Jamás podría haber imaginado que me iban a servir de tanto mis horas de práctica para mantener mi puesto de suplente en el espectáculo de las 17 y 19 horas en Portaventura. De hecho, allí no me sirvieron de mucho: tanta tontería con los platos y el equilibrismo y al final resultó que me habían contratado de corista para el salón del Far West. Aun así, me atrevo a decir que las dos veces que tuve que actuar lo hice con destreza, dignidad, elegancia y buen humor. Es mentira, pero me atrevo a decirlo. Si lo llego a saber o, mejor dicho, si llego a leer el contrato antes de firmarlo entusiasmado creyendo que un fan me pedía un autógrafo, no acepto el puesto. Soy un antiamericano convencido: la historia del pueblo estadounidense está manchada de sangre. Por ejemplo y hablando del salvaje oeste, sólo hay que pensar en lo que les hacían los sioux, los apaches, los cherokees y otros americanos a los emigrantes británicos, irlandeses y holandeses que llegaban a ese inmenso país con la única intención de convertirse en pistoleros tejanos, policías neoyorquinos o cantantes de rap. Pues bien, los americanos les capturaban, les ataban a un poste y les cortaban la cabellera. Y todo a cambio del petróleo de Sadam. ¿Esa es forma de comportarse? Puede: todo depende de las costumbres de cada cual. De hecho y por lo que aprendí el otro día, los extraterrestres tienen costumbres similares. En realidad, ahora que pienso, sus costumbres no tienen nada que ver. Para empezar, como no tienen pelo (ni cabeza), les resulta complicado cortarle la cabellera a un irlandés. Es más, tampoco tienen irlandeses. Algunos pueden creer que esas carencias son una ventaja, pero otros, en cambio, también. Curiosamente sí que tienen indios americanos, sólo que ellos los llaman con otro nombre. Creo, porque la verdad es que esto ya me lo estoy inventando.


 
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