Jaime, 30 de mayo de 2005, 10:01:06 CEST

La tortura es ilegal


Roberto me pasa el testigo de uno de estos grupos de preguntas que van dando vueltas por los blogs. Antes de nada quiero asegurar que respondo libremente y que el revólver que apunta a mi nuca no tiene nada que ver con esto. Es por unas deudas de juego. Y la semana que viene habré reunido el dinero. Lo juro. La primera pregunta es la que me hace más gracia: "Tamaño total de los archivos de música en mi ordenador". Antes de nada, hay que dejar bien claro que lo que importa no es el tamaño. Pero es que, de todas formas, ahora mismo no tengo ordenador. Se me suicidó hará unas semanas. Por supuesto, no actualizo el blog desde el trabajo, ya que sería una desagradable falta de respeto hacia mis jefes. Mi PC era un cacharro ya algo mayorcito de ocho gigas. En los momentos de más actividad musical, entre mi hermana y yo alcanzamos las tres gigas de emepetreses varios. Que sobre ocho no está mal del todo. Cuando ya no cabía ni un archivo más, me grababa un par de cedés, le borraba un centenar o así de canciones a mi hermana y volvía a bajarme unas cuantas de las que me gustaban a mí, de música elegante, como Brahms y Right said Fred. Por supuesto, mi hermana no se daba cuenta ni la mitad de las veces, al tener todos sus archivos en un completo caos. Además, mis conocimientos superiores en informática la mareaban: --Eso habrá sido porque tienes la caché de Google sin defragmentar. Prueba a usar el condensador de fluzo para arrancar el proceso de recuperación. Y si no funciona, reinicia, pero sólo en modo a prueba de ram. --Jaime, estás poniendo palabras una detrás de la otra sin preocuparte por su significado. --Eso es lo que decís los legos en la materia. ¿No habrás formateado el ratón sin querer? Se hace cuando le das a la ruedecita mucho rato seguido. A mí me pasa cuando me aburro en el trabajo. Es relajante. De todas formas, no penséis que yo soy el malo de la película. No, ni hablar. Ejemplo: hará cosa de un año, Marta me regaló un reproductor de mp3. Obviamente, con mi hermana cerca no podía permitirme el lujo de desprenderme de él ni un sólo minuto, pero algún que otro sábado por la mañana que mi hermana tenía que trabajar, la muy aprovechaba que yo estaba durmiendo para entrar de puntillas en la habitación y llevárselo a pesar de mis posteriores protestas. Alguno me dirá que qué tiene de malo que un hermano le preste un gadget musical a su hermana. Así, en abstracto, nada. Pero estamos hablando de mi gadget musical y, sobre todo, de mi hermana. Total, que como alguno ya habrá imaginado, un viernes por la noche de hace unos meses dejé el cacharrito sobre la mesa de mi habitación y nunca más se supo. Por supuesto, mi hermana negó todos los cargos y como vivimos en un maldito estado de derecho, resulta que la tortura es ilegal, y aquí me tenéis, arrastrando un discman de tres quilos de peso. Claro que un reproductor de mp3 no me serviría de mucho sin ordenador. Con esto de la musiquita me he puesto de muy mala leche. Paso del resto de preguntas, prefiero pasarme el resto de la mañana llorando de rabia.


 
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