Jaime, 4 de abril de 2005, 13:02:09 CEST

Vida de Juan Pablo III


Juan Pablo Martínez Soria nació en Barcelona en 1983. Al parecer, es cierto lo que el propio pontífice diría años más tarde acerca de que fue concebido durante la visita del papa Juan Pablo II a España el año anterior. Lo que ya no cuentan sus biógrafos oficiales es que sus padres eran unos ateos con carné del partido comunista y que lo hicieron a modo de recochineo iconoclasta. Años más tarde, cuando el futuro obispo de Roma entró en el seminario, su padre se lamentaba diciendo que, puestos a hablar del 82, mejor haberle llamado Felipe o incluso Naranjito. Se ordenó sacerdote en 2009, después de repetir varios cursos y a punto de ser expulsado por hereje tras asegurar que "eso de la Santísima Trinidad es una chorrada incomprensible que se inventó algún viejo senil y borracho". Después de dos años dando clases de religión en una escuela de barrio y tras recibir amenazas de muerte por parte de un alumno de tercero de básica, Martínez decidió ir a Roma a estudiar un Máster en Churches Administration. Sin embargo, se equivocó de avión y fue a parar a Nápoles, donde se perdió su pista hasta la publicación de un pequeño breve en el Corriere de la Sera: "El español Juan Pablo Martínez gana el concurso de pizzeros, humillando a los especialistas locales". Fue rescatado por Giacomo Martini, quien se lo llevaría a Roma para darle las correspondientes clases y, de paso, asignarle funciones de cocinero personal.

Haciendo currículum Gracias a sus habilidades como cocinero y tras diez años de estudios y de tareas como asistente de Martini, Martínez fue nombrado obispo auxiliar de Barcelona. Respecto a la influencia de las pizzas en su meteórica carrera, Martínez no dudaría en explicar que "fue la mano de Dios la que me llevó a Nápoles. Además, una hostia es como una pizza, pero en pequeño y sin cosas encima". Tres años más tarde, el obispo de Barcelona moría y el joven Martínez le sucedió con sólo 41 años. Cuatro años más tarde y después de amenazar con hacer un estriptis en la catedral de Barcelona si no se atendía a sus reclamaciones, Juan Pablo Martínez fue ordenado cardenal. "Jo, como el Richelieu, mi madre estaría orgullosa si viviera y si no hubiera sido una comunista de mierda", afirmó, visiblemente emocionado. Diez años más tarde y con sólo 55, fue investido como Sumo Pontífice, tras la muerte de Juan XXIV y con el nombre de Juan Pablo III. El hecho de tomar el mismo nombre que el suyo propio le dio la idea para el lema de su pontificado: "Pa qué complicarse".

Un papa español Sus primeros años de papado estuvieron marcados por el propósito de "recuperar la tradición de papado española y especialmente la catalano-valenciana". Así, siguió la estela de Alejandro VI y se dedicó a tener hijos ilegítimos y a envenenar a varios cardenales. De este modo y tras ser Juan Pablo II el primer papa ingresado en un hospital, Juan Pablo III se convertiría en el primero en ingresar en prisión, donde pasaría nueve años. Los católicos compararon este encarcelamiento con las persecuciones romanas y cada día había al menos cincuenta manifestantes frente a la cárcel con carteles en los que se leían lemas como "Juan Pablo III, te quiere el mundo entero", "Free the Pope" y "Feed Terri Schiavo". Juan Pablo III aprovechó su estancia en prisión para estudiar aún más teología. Entre otras lecturas, decidió terminar de una vez la varias veces comenzada "Breve historia de los papas". Al ver que el papado había cambiado considerablemente desde los Borgia a los que había decidido imitar, escribió su primera encíclica: "La Iglesia avanza que es una barbaridad".

Años de ajetreo Salió de prisión a los 67 años. Acerca de esta experiencia, el pontífice no dudó en afirmar lo mucho que había aprendido de la compañía de excluidos y delincuentes: "Sobre todo --dijo-- si se os cae la pastilla de jabón, no os agachéis a recogerla". Nada más recobrar la libertad, decidió iniciar una serie de viajes que le llevarían por ochenta países en tres meses. Lo apretado de la agenda y la poca costumbre de ver espacios abiertos tras su estancia en la cárcel le llevaría a lanzar vivas a Honduras en Suecia y a casarse con el príncipe de Gales. Tras la luna de miel y después de conseguir el divorcio, Juan Pablo III volvió a Roma, donde se empeñó en arreglar de una vez por todas algunos de los problemas doctrinales y rituales de la iglesia. Así, para acabar con los persistentes rumores de pederastia, impuso el voto de castidad a los monaguillos. Asimismo, admitió que la homosexualidad no es pecado en su famosa "Doctrina de los dos distintos": "Independientemente del sexo, que uno de los dos lleve falda y el otro pantalones, así al menos disimulamos". Permitió el matrimonio a los curas: "Hombre, si se quieren". Y, sobre todo, le tendió la mano a las demás religiones en un valiente ejemplo de ecumenismo: su famosa encíclica "Convertíos, perros infieles, o arderéis en el infierno".

El cisma Macariano Ya con 80 años y tras 25 de pontificado, Juan Pablo III se enfrentó a uno de los más graves retos de la historia de la Iglesia: el llamado Cisma Macario, o el Cisma de los Cojones, como lo llamaría el propio papa. El caso es que Macario Moreno, obispo de Teruel, mantuvo en varios escritos el derecho de los ateos a ser católicos, cosa que la iglesia consideraba una relajación excesiva en los criterios de admisión. Sin embargo, Macario consiguió arrastrar a las multitudes con su propuesta de dar también el vino en la comunión cada domingo, y no hacerlo sólo en las ocasiones especiales. El lema "A Dios por el botellón" atrajo fieles de toda Europa, y no sólo entre los católicos: los protestantes alemanes y británicos, los ortodoxos rusos y algún musulmán despistado abrazaron esta doctrina con el mismo fervor que irlandeses, españoles e italianos. La aventura de la iglesia Macariana no duraría mucho: en 2066 se suicidaron todos --ochenta y nueve millones de personas--, en espera de un ovni que se los llevaría de la Tierra. Al parecer el ovni tuvo un reventón y llegó tres cuartos de hora tarde, causando cierta confusión entre el clero, la comunidad científica y también los políticos estadounidenses, ya que el platillo volante no dudó en volar la Casa Blanca, por aquello de seguir la tradición. Por suerte, la presidenta, Condoleezza Bush, se encontraba pasando unos días en el rancho familiar de Texas junto a su esposo, Alejandro Agag Aznar.

Los últimos años Juan Pablo III, ya con más de ochenta años, empezó a mostrar síntomas de cansancio. "Salgo a correr por las mañanas --explicó-- y vuelvo agotado a la hora y media. Creo que me hago mayor". Durante los siguientes cinco años se multiplicarían sus problemas de salud: se rompió una pierna al saltar en paracaídas, comenzó a llevar gafas para ver de cerca, pilló una gripe que lo tuvo en cama tres días, se quejaba de que el capelo le hacía daño y le salieron las primeras canas. Murió el 27 de septiembre de 2071, a los 88 años. Al parecer, la noche de su muerte salió al balcón a tomar el fresco, resbaló accidentalmente, cayó de cabeza a la plaza de San Pedro y fue atropellado varias veces por un jeep que se dio a la fuga. Las primeras palabras de su sucesor, León XIV, fueron en recuerdo de este gran papa, cuyo pontificado fue el más largo de la historia (33 años): "No me miréis así --dijo--, que yo tengo coartada".


 
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