Jaime, 10 de octubre de 2002, 1:22:06 CEST

El Corán y Libertad Digital


No sé por qué sigo molestándome en leer Libertad Digital. Supongo que para suministrarme mi dosis diaria de cabreo. Pero, aunque esta dosis tiene un puntillo agradable, de vez en cuando uno se topa con estupideces excesivas. La última que he tenido la desgracia de leer la firma un tal Enrique de Diego y se titula Por qué no prohibimos el Corán. Creo que la tontería se responde sola y lo peor que se puede hacer es seguirle el juego a este soplagaitas, pero no está de más curiosear sus supuestos argumentos. Cito -lo siento, tengo que hacerlo: "Es persistente [en el Corán] la propuesta del uso de la violencia para imponer unas creencias y donde se predica el exterminio de los 'infieles', o sea, de los que discrepan. Las citas son abrumadoramente claras: '¡Golpeadlos encima del cuello! ¡Golpeadlos en la yema de los dedos!'. Hay un ensañamiento genocida". De Diego añade unas citas más y luego suelta un conciliador "no prohibimos El Corán en nombre de la libertad de expresión". Como si fuera él quién para prohibir nada y como sugiriendo que no estaría de más hacerlo, pese a todo. Aunque lo que no estaría de más es que De Diego se diera un garbeo por la Biblia, en la que se encuentran perlas como "si adultera un hombre con la mujer de su prójimo, hombre y mujer adúlteros serán castigados con la muerte" (Levítico, 20, 10); "si mientras riñen dos hombres, uno con otro, la mujer del uno, interviniendo para librar a su marido de las manos del que le golpea, agarrase a éste por las partes vergonzosas, le cortarás las manos sin piedad" (Deuteronomio, 25, 11-12); "y quien blasfemare en nombre de Yavé será castigado con la muerte" (Levítico, 24, 16); por no hablar de las guerras contra los infieles, con el apoyo de Dios, claro, tras la llegada del pueblo judío a la tierra prometida. Es curioso, por cierto, que, a pesar de las barbaridades nigerianas y al contrario de lo que ocurre en el Antiguo Testamento, en el Corán la pena por adulterio no es la muerte, sino los cien azotes (que sigue siendo una brutalidad, claro está) y para ambos, él y ella, como se dice en la Sura 24. Ni que decir tiene que de la ablación, ni se habla en todo el libro. Pero el caso no es comparar textos: lo importante es lo que hagan cristianos, judíos y musulmanes con ellos. Los dos primeros grupos se han olvidado de las lapidaciones, parece que los musulmanes aún no. Y remarco el aún, ya que no hay motivos por los que esta religión no pueda llevar a cabo su necesaria modernización. A pesar de que el actual clima de enfrentamiento no lo propicia, desde luego. En ocasiones se arguye en contra de esta posible modernización que el islam es una religión política, ya que todo el Corán y los hadiz contienen prescripciones para regir por entero las sociedades de los fieles. Pero esas normas "sociales y políticas" las encontramos también en el Antiguo Testamento. El Levítivo, el Deuteronomio y Números parecen, casi, un código civil. Y judíos y cristianos han renunciado a muchas de estas normas, sin que se dañe el espíritu de las religiones. Más bien al contrario. En cuanto al islam, hay propuestas al respecto; propuestas además bastante ortodoxas. Como recordar la diferencia entre sharia y fiqh, que no es precisamente nueva. La sharia sería el espíritu de la ley de Dios y el fiqh su concreción en un determinado momento histórico. La ley islámica, lo dicen los mismos musulmanes, no tiene por qué ser necesariamente inmovilista. Todas las religiones han ido cambiando y adaptándose. Aunque no han sido cambios rápidos, desde luego. Hablar por ejemplo de poligamia y venta de mujeres en el siglo VII (costumbres necesarias para la subsistencia de las tribus nómadas de la Península Arábiga) era (y lamento decirlo) lo apropiado. Del mismo modo que para los judíos era "normal" penar el adulterio con la muerte. En cambio, respecto a la mujer, en el Corán se recogen también y a pesar de todo, derechos en su momento innovadores: por ejemplo, en caso de ser "repudiadas" (figura que también recoge el Antiguo Testamento) podían volverse a casar y tenían derecho a una especie de pensión o compensación (65, 6). Se puede respetar la sharia cambiando simplemente el fiqh, que por definición debe cambiar. En este caso, incidiendo en que la sujeción de la mujer al hombre es una cuestión cultural y no divina, y recogiendo además otros aspectos sin duda positivos del islam: la caridad o la defensa de derechos de los débiles, por ejemplo. Proponer la prohibición del Corán es una soberana tontería. Aristóteles niega que las mujeres tengan alma y son pocos y estúpidos los que opinan que no se deberían leer sus textos por este motivo. En todo caso, lo que se han de prohibir son los delitos y las injusticias, se basen en la tradición en la que se basen. Y la cuestión es ayudar -si es posible- a que los musulmanes vean con buenos ojos estas interpretaciones "modernas", que, insisto, se mueven dentro de la ortodoxia, aunque, claro, con ciertas licencias. No es fácil, desde luego. No sólo porque los cambios en las religiones siempre son duros, ya que nacen con la idea de eternidad, sino también porque, en el caso del islam y desde la época de las colonizaciones, ha tenido mucho éxito la idea de que la modernización quiere decir acercarse a Occidente, y todo lo occidental se considera sinónimo de opresión. Luchar contra eso cuando tipejos como Bin Laden siguen esgrimiendo esa patraña (y con éxito) es poco menos que imposible. Y artículos estúpidos e indocumentados como el de Libertad Digital no hacen más que complicarlo todo un poco más.
 
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