Jaime, 27 de abril de 2011, 17:21:23 CEST

Usted tampoco


A: ¿Me envuelve esto para regalo, por favor? B: Por supuesto... Aquí tiene. A: Oh, gracias, ¿es para mí? B: Sí, ¡es nuestro aniversario! ¡Hoy hace justo un año que era el mismo día del año pasado! A: Cómo pasa el tiempo... B: Pues pasa hacia adelante. Qué pregunta más tonta. A: Yo de joven podía viajar en el tiempo, aunque sólo hacia adelante. Era capaz por ejemplo de ir hacia el futuro dos o tres horas. Y sólo tardaba una tarde en hacerlo. Luego no podía volver atrás, lo cual era un problema porque me pasaba toda la tarde concentrado para poder moverme por entre las horas. B: ¿Y no le compensaba el hecho poder ver las maravillas del futuro? A: Sí, eso sí, es verdad. Ah, los maravillosos programas nocturnos de la tele. B: Mucho mejores que los de la tarde, cierto. A: Pero ahora, ya no puedo ni viajar en el tiempo ni subir escaleras de dos en dos. B: Ah, los años... Cada vez se hacen más cortos. A: Sí, el año pasado sólo tuvo diez meses y unos días. B: Es que ahora los hacen en China y salen mucho peor. A: Y tanto; no como antes, que los hacían a mano profesionales expertos. Gente que había trabajado toda su vida haciendo años. Trabajadores que venían de familias que habían estado en el negocio durante generaciones. B: O simplemente de familias. A: Exacto, y volvemos a los chinos: no sólo fabrican los años, sino que también van por ahí vendiendo niños que no se sabe muy bien de dónde salen. B: Ahí tiene razón. ¿Cómo es que hay tantos niños chinos por el mundo? A: Yo tengo una teoría al respecto. Pero se la voy a decir susurrando, para que se dé cuenta de que es importante. B: Oh, una cosa seria. Muy bien, le escucho. A: Mi teoría es que las niñas chinas que adoptan los europeos en realidad son espías bajitos que vienen aquí a invadirnos. B: ¿Pero por qué querrían invadirnos? Sería un problema. Ni siquiera hablamos chino, no podrían ni darnos órdenes. A: Eso es verdad... Maldita sea, yo estaba aprendiendo chino para poder salvar mi vida. Pero igual es peor porque si sé chino, tendrán más motivos para invadirnos. Soy como un traidor inconsciente. B: Igual sólo le invaden a usted. Por listo. A: ¿Los chinos? ¿Todos? Siempre me he considerado un tipo flexible, pero no sé si tanto. B: Piénselo, porque no es mala idea. Usted se convertiría una provincia china, y a lo mejor le ponen encima una fábrica de pantalones y su producto interior bruto crece un diez por ciento cada año. A: ¿Y qué hago yo con un producto interior tan grande? Eso me parece una cochinada. Tendría que comer mucha fibra. B: Jajaja, ha dicho caca. A: Jajaja, es verd... No, un momento, no lo he dicho. B: Ah, vaya, pensaba que sí... Disculpe. Me he confundido. A: Yo jamás diría caca. No soy de decir esas cosas. B: Es una infantilada, tiene razón. Disculpe. A: Queda disculpado, pero si se repite, tendré que retarle a un duelo. B: No volverá a pasar, lo siento. A: Y nadie me gana a mí en un duelo. Porque soy un llorica. B: Jajaja, enteritis... A: En fin, gracias por envolverme este paquete para regalo. Lo acabo de robar, ¿sabe? B: No se preocupe: siempre llevo papel de envolver encima. Por si alguien roba algo y necesita envolverlo. ¿Le gusta el color? A: Sí. B: A mí tampoco. A: Ay, qué nervios, ¿qué será? ¿No lo puedo abrir ya? B: No, tiene que esperar a mañana, tontorrón. A: Deme una pista. ¿De qué color es? B: Ahora de ninguno: el color no es más que la parte del espectro electromagnético que no se absorbe y por tanto se refleja, y ahora mismo no hay ninguna fuente de luz que incida sobre el objeto, al estar envuelto, por lo que no es de ningún color, o sea, que es negro, que no es más que la ausencia de color. A: ¿Es un reloj de cuco? B: Sí... Joder, a usted no se le puede regalar nada, cada año igual. A: Es que la pista ha sido muy buena. B: Ya... Negro, cuco... A: Jajaja, ha dicho caca. B: ¿El qué? A: Jajaja, otra vez. B: Jajaja, es verd... No, espere, he dicho otra cosa. A: ¿Otra cosa? B: Jajaja, ahora usted ha dicho caca; ha picado. A: Jajaja, si no fuera por estos momentos... B: Ay, sí, si no fuera por estos momentos... A: Y ahora cómo acabamos la frase... B: Con puntos suspensivos, quizás... A: Es que... Odio los puntos suspensivos... B: Vaya... A: Son tan escasamente concluyentes... B: Ya... A: Pero en fin... B: Los puntos suspensivos tendrán sus ventajas... A: Ya, pero a mí me gusta acabar... B: ... Lo que empieza, ya... A: En fin... B: Bueno... A: Ha sido un placer... B: No exageremos... A: A mí me ha gustado bastante... B: La verdad es que cuando ha comenzado a quitarse la ropa... A: Por no hablar de cuando me ha acariciado los pezoncillos... B: Ay, sí... A: Sí, suerte que sólo nos leen... B: Sí, menos mal. ¿Se imagina? Qué vergüenza... A: Jajaja, ha dich... B: No, no lo he dicho. A: ¿Y yo? B: No, usted tampoco.


 
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