Jaime, 1 de febrero de 2007, 10:53:29 CET

Justicia rápida


FISCAL: Seré claro y directo: ¿asesinó usted al señor Juan María Hernández? ACUSADO: Yo no, ¿y usted? FISCAL: ¿Cómo que "y usted"? ¿Qué tengo yo qué ver con eso? ACUSADO: No sé, usted está aquí, haciéndome preguntas y, lo que es peor, eludiendo responder a las mías. ¿Tiene algo que ocultar? FISCAL: Esto es ridículo. ACUSADO: ¿Mató usted a Juan María Hernández o no? FISCAL: ¿Pero se puede saber a qué viene esta pregunta? Yo ni siquiera le conocía. ACUSADO: Que conste que el fiscal se niega a responder a la pregunta. JUEZ: Señor fiscal, por favor, conteste. FISCAL: ¡No! Yo no he matado a nadie. ¿Contento? ACUSADO: ¿Y dónde estaba la noche de los hechos? FISCAL: Yo qué sé. En casa, supongo. ACUSADO: ¿Tiene testigos que lo confirmen? FISCAL: No, estoy divorciado y... Esto es absurdo, señoría. JUEZ: Es posible, señor fiscal, es posible. ¿A dónde quiere ir a parar el acusado? ACUSADO: Señoría, creo que ha quedado demostrado que el señor fiscal es como mínimo sospechoso del asesinato de Juan María Hernández. FISCAL: A ver, que el acusado es usted. ACUSADO: Y esa obsesión por verme en la cárcel no hace más que arrojar nuevas dudas sobre su persona. Si tiene tanto interés en que me condenen, igual es porque así evitaría que sospecharan de él. FISCAL: Pero es que mi trabajo consiste precisam... ABOGADO: Señoría, ante la luz arrojada por las nuevas pruebas que han surgido, solicito el sobreseimiento del caso. JUEZ: ¿Lo qué? ABOGADO: Que se suspenda la causa. JUEZ: Ah, pues hable claro, hombre. FISCAL: ¡Esto es ridículo! ¡Sus huellas estaban en el arma! JUEZ: Y su actitud es sospechosa: realmente está obsesionado con este pobre hombre. ACUSADO: Igual mató a Juan María Hernández porque me odia y quería verme en la cárcel. FISCAL: Yo no le odio. ABOGADO: Pues lo disimula muy bien. JUEZ: Considero al fiscal culpable del asesinato de Juan María Hernández y le condeno a la pena de muerte. FISCAL: ¡Pero si en España no hay pena de muerte! ACUSADO: Ah, qué casualidad, justo cuando le condenan a él, resulta que no hay pena de muerte. ABOGADO: Este hombre es la vergüenza de la profesión. JUEZ: Alguaciles, péguenle dos tiros al fiscal. FISCAL: Señoría, esto es un abuso, un crimen, un... (Los alguaciles acribillan al fiscal a bocajarro. El ayudante del fiscal entra corriendo en la sala, sudando y con la corbata desabrochada. Al ver el cadáver, se detiene, azorado.) AYUDANTE: Oh, vaya. JUEZ: ¿Qué ocurre? AYUDANTE: No, nada, traía a un testigo sorpresa que exculpaba al fiscal, pero veo que ya no tiene importancia. JUEZ: Un poco tarde. ABOGADO: Usted también... Ha estado fuera toda la mañana. AYUDANTE: Ya, ya... Es que primero tuve que ir a hacer unos recados. JUEZ: Dígale al testigo ese que se vaya a casa y que no pierda más el tiempo. AYUDANTE: Sí... Esto... Necesita un justificante. JUEZ: ¿Un justificante? AYUDANTE: Sí, para el trabajo. Si no, le descontarán la mañana del sueldo. JUEZ: Bien, de acuerdo. Ya me encargo. ACUSADO: ¿Yo me puedo ir también? JUEZ: Sí, sí, largo, largo. ¿Necesita otro justificante? ACUSADO: Qué va, yo soy autónomo. JUEZ: Buf, ustedes lo tienen fatal. ACUSADO: Qué me va a contar. ABOGADO: Yo estuve trabajando como autónomo una temporada y es un escándalo. ACUSADO: Ni que lo diga. ABOGADO: Se abusa del tema. No puede ser que uno tenga un contrato de autónomo y trabaje en una oficina como cualquier otro asalariado. ACUSADO: Sí, no tiene sentido. JUEZ: La figura del autónomo no está pensada para eso, desde luego. ACUSADO: Es un escándalo. ABOGADO: Sin duda. JUEZ: Sí, un abuso.


 
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