domingo, 20. enero 2008
Jaime, 20 de enero de 2008, 20:53:50 CET

Apatía


El protagonista de Apathy, de Paul Neilan, tiene un empleo aburrido y ridículo que evita durmiendo en el lavabo sin que a nadie le importe y sin por eso dejar de recibir elogios por un trabajo bien hecho y promesas de un futuro mejor en la empresa. Como si eso le importara. Como si lo entendiera. Sí, a mí también me suena. De todas formas y obviamente, Shane (que así se llama) se equivoca. Vale que hay que pagar el alquiler, sobre todo porque el descuento que le hace el casero a cambio de acostarse con su señora no es gran cosa. Pero uno no puede dormir en el lavabo de la oficina. Hay sitios mejores. Y más higiénicos. En el mismo sitio donde uno trabaja, oculto tras un par de monitores. En alguna sala de reuniones vacía, con algunos papeles dispersos por la mesa, para disimular. En el sofá del despacho del jefe que está de viaje. Luego está esa chica que dice que es su novia, que (ella sí) tiene un futuro profesional tan espléndido y que le ha enseñado que el amor duele (físicamente). Y esa amiga sordomuda que baila en la discoteca y canta en el karaoke, de cuyo asesinato le van a acusar. Y más personajes rarísimos. Eso está muy bien. Porque te recuerda, entre carcajada y carcajada, que Shane es normalísimo. Que los locos son ellos: esos tipos que corren a todas partes en sus coches, preocupados por un trabajo que en realidad no le importa a nadie y procurando caerle bien a todo el mundo, cuando a todo el mundo le da más bien lo mismo, en el mejor de los casos. Suerte que tenemos internet, los blogs y el tetris para aprovechar el tiempo en la oficina.


 
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