lunes, 17. septiembre 2007
Jaime, 17 de septiembre de 2007, 15:41:38 CEST

Sigue siendo el rey


Jaime Rubio ha sido conducido ante el juez, acusado de haber cometido injurias contra la corona. Al parecer, Rubio habría roto, arrugado y arrojado a la papelera un retrato de Su Majestad San Juan Carlos I, ante la mirada atónita de una vecina que por suerte para España le espiaba por la ventana. Nada más comenzar el juicio, el abogado de Rubio fue a su vez arrestado y conducido ante otro juez por colaborar con terroristas. Y es que no hay peor colaboración que intentar sacarlos de la cárcel, como este letrado intentaba hacer con Rubio. Interrogado por el fiscal, el acusado reconoció la verdad de los hechos: "Estaba haciendo limpieza de cajones, encontré un sello viejo, en pesetas, y lo tiré. Pero sólo era un sello". El fiscal menospreció la respuesta de Rubio: "Da lo mismo un sello que un óleo. No hay ninguna diferencia: se trata de la sagrada efigie del jefe del Estado y líder de la Iglesia Española. Cuando uno se encuentra una reliquia de ese tipo, o se enmarca o se lame bien por detrás, que es lo que se hace con los sellos". El juez aprovechó su maza para darle a Rubio lo que comúnmente se conoce como "un sello en la frente". Las risotadas del público ante el hábil juego no verbal de palabras no ensordecieron del todo las protestas del acusado, que fue golpeado por los alguaciles para evitar cualquier posible acto revanchista sobre la figura del juez. El magistrado, después de asegurar a la prensa que jamás habría golpeado al acusado de no estar tan clara su culpabilidad, permitió que el fiscal siguiera interrogando a Rubio. "Señor Rubio --prosiguió--: ¿es usted enemigo de España? Contésteme con una sola palabra que comience por ese y tenga dos letras, una de las cuales sea la i. Con tilde". Al decir Rubio "no", el juez ordenó a los alguaciles que volvieran a golpearle, "por haber fallado. La respuesta era 'sí, soy una sucia perra antiespañola'". Ya en las conclusiones finales, Rubio explicó que él era monárquico y juancarlista, y que sólo había tirado el sello a la papelera porque en su opinión el rey salía mucho más feo que al natural y, por tanto, el sello era el verdadero culpable de la injuria. El fiscal rebatió estos argumentos arrojándole un zapato a la cara: "Señoría, disculpe mi comportamiento --explicó--, pero estoy harto de tanta corrección política". El juez se puso en pie y le apludió. Nada más sentarse, el magistrado dictó sentencia: "Sentencia, dos puntos, después de arduas deliberaciones que me han hecho pasar noches en vela y horas pensando en este difícil caso que concierne a la libertad de expresión coma he llegado a la conclusión de que la libertad de expresión es un bien sagrado coma intocable coma garantía de democracia punto y seguido por eso me permito la libertad de expresión de decir que el acusado es culpable y además bajito coma y le condeno a ver los deuvedés de las bodas de las infantas y el príncipe coma comentadas por María Teresa Campos y con sus respectivos extras punto final". Presa del pánico, Rubio intentó arrojarse por la ventana. Sin embargo y dada su lamentable puntería, se golpeó contra la pared, provocando la caída de una foto del rey, colgada a espaldas de su señoría. En el momento de redactar esta crónica, se estaba torturando a Rubio tal y como marca la ley, en espera de un nuevo juicio por injurias a la etc, etc.


 
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