miércoles, 26. octubre 2005
Jaime, 26 de octubre de 2005, 10:14:04 CEST

Nosotros, los moderados


Al parecer, la genética tiene mucho que decir en lo que se refiere a nuestras opciones políticas. Obviamente, uno no nace del Psoe o de Ciu, pero sí que tiene cierta tendencia innata al conservadurismo, al progresismo o a la anarquía, por ejemplo. Así se explican los viajes de extremo a extremo de gente como Federico Jiménez Losantos, Pío Moa o Alfredo Urdaci. Llevan en la sangre eso del extremismo, el vociferio y la radicalidad. En cambio, nosotros los moderados sabemos mantenernos dentro de ciertos márgenes sensatos. Es decir, nos conformamos con torturar y asesinar a esos extremistas de mierda. No, espera, no es eso. Un segundo, vuelvo a empezar. No sé qué me ha pasado. En cambio, nosotros los moderados sabemos mantenernos dentro de ciertos márgenes sensatos. Algunos nos llaman tibios, pero eso es porque no nos han visto violando monjas y quemando conven... No, otra vez, no. Un momento, espera. Ahora sí. Ésta es la buena. Qué rabia me da cuando me pasan estas cosas. En cambio, nosotros los moderados sabemos mantenernos dentro de ciertos márgenes sensatos. No hablo de esa famosa equidistancia tan criticada por muchos, me refiero a que hay que sacar a esos cerdos infieles de sus casas y degollarlos como... No. No. No. Así no se puede. A ver si soy capaz de centrarme. Joder. No es eso lo que quería decir. Cómo era. Arg, qué asco. Si lo tenía ensayado. Un segundo, ahora vuelvo. (Se oye un portazo. Alguien arrastra una silla. Se oye el rumor de una pluma Montblanc rasgando papel de 80 gramos. Alguien arruga el papel. Nuevo rasgar de pluma contra folio. Otra vez la silla. Se abre la puerta.) Ya está, ya lo tengo. Esta vez me lo he apuntado, para no equivocarme: En cambio, nosotros los moderados sabemos mantenernos dentro de ciertos márgenes sensatos. Podemos variar nuestras posturas y puntos de vista. Y además reconocemos lo sano de hacerlo, de rectificar, de ponerse en el lugar del otro. Siempre desde el respeto, la tolerancia y esa ligera despreocupación que surge de saber que hay cosas más importantes que la política. Porque los extremos y la violencia, aunque sea verbal, no van con nuestra manera de ver el mundo y de defender nuestras ideas. Ya. Menos mal. Buf. Con lo que me ha costado, como alguien me lleve la contraria, le suelto un par de hostias que cuando despierte no sabrá cómo ha llegado al hospital.


 
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