martes, 4. enero 2005
Jaime, 4 de enero de 2005, 10:12:15 CET

Deja que consulte mi agenda


Las agendas tienen bastantes ventajas. Por ejemplo, uno las estrena con relativa frecuencia. En un año hay tiempo para tomarles cariño, pero también para, finalmente, aborrecerlas. Además, ayudan a desarrollar la imaginación. Uno las llena de tareas que no hará y para las que, por tanto, tendrá que inventarse una buena excusa. Siempre uso una pequeñita, de bolsillo, de estas en las que viene toda la semana en dos páginas. Sólo que esta vez es una Moleskine. Como cuesta el doble de lo normal, espero que el año me vaya el doble de mejor. Es decir, que el doble de gente se crea mis excusas. Pero lo mejor de las agendas es toda esa información absurda con la que los impresores rellenan páginas y páginas. Aparte de los datos personales en los que uno puede anotar hasta el nombre y el teléfono del médico de cabecera, esta agenda dispone de un planning de viajes, un calendario de festivos internacionales, la media de temperaturas máximas y mínimas de enero, abril, julio y octubre de una treintena de ciudades de los cinco continentes, distancias entre otra docena de ciudades, prefijos telefónicos de 120 países, una tabla con equivalencias de medidas (incluidos grados celsius y fahrenheit) y de tallas (hasta las de calcetines). Recuerdo otra agenda que tenía una lista de tipos de vinos, años y calidad de las cosechas. Por no hablar de una que mostraba mapas de los cinco continentes y la población de cada país (en mills. de habs.) Insisto: las agendas cabían en un bolsillo. En todo caso, se trata de información absolutamente inútil incluso antes de que existiera Google. Pero qué mejor que comenzar el año sabiendo que Londres está más cerca de México que de Hong Kong. O que un galón imperial (británico) es más grande que un galón a secas (americano). Además, ahora que sé que mi talla estadounidense de camisas es una 14, ya puedo ir tranquilo por el mundo. ¿Probarme la camisa? ¿Para qué? Déme la catorce, que no tengo tiempo, fíjese en mi agenda: llena de tonterías por no hacer.


 
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