jueves, 10. abril 2003
Jaime, 10 de abril de 2003, 0:00:08 CEST

Estatuas


Ahora que parece que la guerra está a punto de acabar (afortunadamente), es el momento de preguntarnos (como ya hace Carles) dónde están esas armas de destrucción masiva que posee, en teoría, Sadam Husein. Porque Husein es un dictador despreciable (lo es) y no le cuadra mucho eso de no usar armas químicas en plena guerra, así como por compasión, oye, que no, que me sabe mal, total, para qué, si van a ganar igualmente los americanos. Y que conste, eso sí, que me alegro de que no las tenga y de que, en consecuencia, no haya podido usarlas. Ya ha habido demasiadas muertes, digo yo. También hay que preguntarse cuándo llegará la prometida democracia. Imagino, claro, que no será este mismo mes, que esas cosas llevan su tiempo. Supongo que vendrá un poco después de que se instaure la de Afganistán. Porque allí también se instaurará una, dicen. O sea, que para el juliembre del dos mil y tantos ya estará todo listo, más o menos. Vaya, que no me extrañaría que todo quedara en esas cuatro estatuas tiradas por los suelos. De todas formas, no digo nada nuevo si añado que a Estados Unidos nunca le han importado mucho las dictaduras, siempre que tiranizasen fuera de sus fronteras y siempre que el dictador de turno fuese lo suficientemente sumiso. De hecho, si el propio Sadam hubiera sido tan obediente con Washington durante los años 90 como lo fue durante los 80, ahora podría seguir gaseando kurdos y no estaría emulando el plan de huida de Bin Laden. Lo cual, sin duda, no deja de ser una buena noticia, aunque el método para llegar a esto haya sido repugnante. Además, los gobernantes estadounidenses tampoco deben de estar aterrados por las dichosas armas de destrucción masiva. Total, como muchos han venido recordando estas semanas, los atentados del 11 de septiembre se llevaron a cabo, básicamente, con un par de cúters, y en los aeropuertos daban más miedo las pequeñas tijeras para cortar uñas que paquetes sospechosos que dejaban oír un curioso tic-tac. En definitiva, uno podría coger ese bonito eslogan que los políticos del PP se han sacado de la manga, "Paz y seguridad" (luego hablan de las pancartas de las manifestaciones) y sugerir que el lema de la administración Bush no es tan diferente: "Petróleo y seguridad". Y ahora sólo quedaría saber si para asegurar esta seguridad (que hay que asegurarla, sin duda, y el petróleo sirve en parte para eso) es necesario ir inventándose (sí, inventándose) guerras por todo el mundo.


 
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