jueves, 12. septiembre 2002
Jaime, 12 de septiembre de 2002, 11:58:49 CEST

Nadie te vigila


Se suele decir que la ciencia ficción nos avisa de ciertos peligros. Aunque no suele acertar. Últimamente, por culpa de internet, la televisión y el 11 de septiembre, se habla mucho del Gran Hermano que nos vigila, siguiendo 1984, de George Orwell. Según quienes ven en esta espléndida novela un trasunto de lo que ocurre hoy día, vamos de cabeza a una sociedad en la que estaremos totalmente controlados, en la que se registrarán nuestros movimientos, nuestras compras, nuestras decisiones; en la que no se nos permitirá tener nuestras propias ideas ni tomar nuestras propias elecciones. A esto, cómo no, se le añaden cuatro pinceladas de cyberpunk desnatado al estilo del "poder de las hiperglobalizadas y omnipresentes grandes corporaciones". El error tal vez provenga de no pensar que, en su libro, Orwell se refería más a lo que ocurría cuando lo escribió que a lo que pensaba que podría ocurrir en el futuro. De hecho, las mejores novelas de ciencia ficción no son simplemente de anticipación, sino que en ellas el autor critica la sociedad en la que vivía. Así pues, me parece más lógico pensar que hoy día la tendencia es la contraria a la del Gran Hermano, como avisan John Gray y Peter Sloterdijk: vamos, quizás, hacia una disgregación brutal del conocimiento, de la sociedad, de las opciones. Nadie nos controla, aunque exista la tecnología necesaria para hacerlo. Tampoco se nos obliga a adorar a nadie. En cuanto a las malvadas empresas, se olvida que lo único que quieren es una buena cuenta de resultados. Y para eso no hace falta sojuzgar el mundo, basta con adaptarse a él. Coca-cola no torturará a nadie para que beba sus refrescos. Sencillamente se los venderá. Otra cosa es que las empresas no quieran asumir los peligros y costes sociales y ecológicos de sus actividades. De todas formas, todo esto no es una buena noticia. La conclusión es más bien dramática: así como en la obra de Orwell cada uno de los individuos era fundamental y había que contar con él al precio que fuere, en el actual proyecto de libre (¿libre?) mercado global no importa lo que hagamos, las libertades de las que disfrutemos, las seguridades con las que contemos. El sistema es tan flexible que ya se ocupará de adaptarse él mismo para absorbernos y utilizarnos convenientemente. Nos espera un mundo disgregado, gaseoso, molecular, en el que a la ausencia de objetivos personales y sociales concretos la querrán llamar libertad. Los rasgos de 1984 que aún reconocemos (posibilidades de control, creación de enemigos al estilo de Sadam Hussein, pérdida de privacidad) son más bien los ecos de la Guerra Fría, de la caza de brujas, de las purgas estalinistas.
 
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